Grisbel Medina R.
grisbel.medina@listindiario.com
En teoría son las patrullas que debieran patrullarnos la vida. En el librito son la escolta uniformada de la población. En la vida real, después de los anuncios, la Policía que merodea la noche, es un vagón de miedo y armas largas, enquistado casi siempre entre sombra y tiniebla.
Como si no nos faltaran tragedias por llorar, el día de su cumpleaños y al lado de su padre, Abraham Montero Morel, estudiante de término de Derecho en la UASD, fue noqueado con un proyectil policial. El muchacho de 23 años no quiso pararse en el lugar oscuro donde la patrulla le ordenó. Lo hizo un chin mas adelante, en lo claro. Y allí precisamente lo mataron.
A Servio Cepeda, ejecutivo del periódico La Información, también le ordenaron detenerse un grupo de policías armados hasta los dientes. Lo escribió así en su columna “Interlineas” el pasado martes: “La Policía en la autopista Duarte, está provocando problemas con los ilegales operativos de redadas en una vía de tanto tráfico. Mandan a detener de una forma arbitraria a punto de pistola. Igual lo hacen en pleno elevado. Me lo hicieron a mí y tuve a punto de provocar un gran accidente”.
Todavía está fresca la sangre del inmigrante dominicano asesinado en la autopista porque según la Policía, no quiso “detenerse”. A la vida perdida súmele el bollo de cuartos que el hombre llevaba y jamás apareció. Y si no queda conforme, añádale el anillo de Abraham, sortija que aspiraba hurtar uno de los autores de la desdicha.
En Santiago, las patrullas, me han detenido varias veces. Solicitan documentos y luego de patinar con preguntas estúpidas, dejan libre el camino. Si lo que aspiran es dinero, para ellos siempre tengo las árganas vacías. Una madrugada, los patrulleros de la autopista Duarte próximo a La Sirena nueva, le quitaron varios racimos de plátanos a un vendedor del mercado. La impotencia me subió la sangre a la cabeza.
Abraham es la última víctima de una patrulla policial. Al cementerio de Cristo Rey lo mandaron en la flor de la juventud productiva que habitaba en su ser. En la teoría del librito, la uniformada está para salvaguardar vidas y bienes. En la realidad quisqueyana, son precisamente estos valores los que peligran cuando desgraciadamente un agente te manda a parar.
Grisbel Medina R.
S
Móvil 809-873-1313
Besa sueños. Alto, violencia. Olvida nostalgias. Amasa esperanzas.
grisbel.medina@listindiario.com
En teoría son las patrullas que debieran patrullarnos la vida. En el librito son la escolta uniformada de la población. En la vida real, después de los anuncios, la Policía que merodea la noche, es un vagón de miedo y armas largas, enquistado casi siempre entre sombra y tiniebla.
Como si no nos faltaran tragedias por llorar, el día de su cumpleaños y al lado de su padre, Abraham Montero Morel, estudiante de término de Derecho en la UASD, fue noqueado con un proyectil policial. El muchacho de 23 años no quiso pararse en el lugar oscuro donde la patrulla le ordenó. Lo hizo un chin mas adelante, en lo claro. Y allí precisamente lo mataron.
A Servio Cepeda, ejecutivo del periódico La Información, también le ordenaron detenerse un grupo de policías armados hasta los dientes. Lo escribió así en su columna “Interlineas” el pasado martes: “La Policía en la autopista Duarte, está provocando problemas con los ilegales operativos de redadas en una vía de tanto tráfico. Mandan a detener de una forma arbitraria a punto de pistola. Igual lo hacen en pleno elevado. Me lo hicieron a mí y tuve a punto de provocar un gran accidente”.
Todavía está fresca la sangre del inmigrante dominicano asesinado en la autopista porque según la Policía, no quiso “detenerse”. A la vida perdida súmele el bollo de cuartos que el hombre llevaba y jamás apareció. Y si no queda conforme, añádale el anillo de Abraham, sortija que aspiraba hurtar uno de los autores de la desdicha.
En Santiago, las patrullas, me han detenido varias veces. Solicitan documentos y luego de patinar con preguntas estúpidas, dejan libre el camino. Si lo que aspiran es dinero, para ellos siempre tengo las árganas vacías. Una madrugada, los patrulleros de la autopista Duarte próximo a La Sirena nueva, le quitaron varios racimos de plátanos a un vendedor del mercado. La impotencia me subió la sangre a la cabeza.
Abraham es la última víctima de una patrulla policial. Al cementerio de Cristo Rey lo mandaron en la flor de la juventud productiva que habitaba en su ser. En la teoría del librito, la uniformada está para salvaguardar vidas y bienes. En la realidad quisqueyana, son precisamente estos valores los que peligran cuando desgraciadamente un agente te manda a parar.
Grisbel Medina R.
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Besa sueños. Alto, violencia. Olvida nostalgias. Amasa esperanzas.
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