Por Félix Jacinto Bretón
El área periférica al Lago Enriquillo ha cambiado bastante y, relativamente, en poco tiempo. Por ejemplo, nunca imaginé que La Azufrada había desaparecido. Recuerdo que una vez, de gira por la zona, me di un baño en ese lugar. Ahora tenía la misma intención.
Pero ¿cuál azufrada? ¡Ni señal hay de que existiera! El aumento de las aguas del lago, la borró por completo. La vegetación también ha sido consumida y, las que ayer eran zonas verdes, hoy son sólo árboles secos que parecen figuras desnudas mirando hacia el cielo implorando piedad.
Como no pudimos -por la hora- llegar a la Isla Cabritos, los niños se quedaron con los deseos de ver los cocodrilos que su abuelo había prometido que verían. Aprovechamos el tiempo en el Lago para tomar fotos a las iguanas y del paisaje.
A las 2:00 de la tarde, del domingo 1 de agosto, iniciamos el regreso a Licey. Teníamos en programa entrar a San Juan de la Maguana tomando la carretera de Neyba hasta salir a la autopista para entrar por el Cruce de Azua, por donde está la Cárcel del 15.
Sin embargo, al pararnos en un comercio para comprar algunas cosas, alguien nos dijo que había una autopista nueva a pocos kilómetros “que en media hora nos pondría en San Juan”, provincia que se conoce en el país “como el granero del sur”.
Le tomamos la palabra al amigo ya que “el que no sabe, es como el que no ve”. Después de orientarnos, cogimos la bendita autopista que, es cierto, está super, acabada de construir. Es más, hay tramos en los que todavía trabajan.
Sin embargo, tuvimos que dar más ruedas “que el caray” para llegar al pueblo. A pesar de las buenas condiciones y del poco tránsito, creo que tomamos casi dos horas para cruzarla. Todos estábamos exhaustos por la larga travesía.
En San Juan no anduvimos mucho. Estuvimos en el Parque, próximo al Palacio Municipal, y en la Plaza del Profesor Juan Bosch ¡lindisima! La alcalde, Hanoi Sánchez, quien repite, se ha fajado en ese municipio.
Allí aprovechamos para almorzar ya que hacia un hambre de perro. Yo estaba que no aguantaba más y hasta me le “escapé” al grupo. Mientras los demás aprovechaban para tomarse fotos y todo eso, acudí a una cafetería cercana y pedí un arroz con gandules, carne y ensalada con un aguacatico, el cual devoré en minutos. Después, un cafecito y “ready pal´pleito”. Los demás hicieron lo mismo al rato.
Después, emprendimos el camino hacia Licey con la tradicional parada en Las Tres Rosas, de Bani, donde venden los mejores dulces de RD. Luego seguimos la ruta porque el ambiente presagiaba lluvias. Así mismo fue. Un intenso aguacero nos sorprendió entre San Cristóbal y Santo Domingo.
Cruzamos Las Caobas, con las calles inundadas, y llegamos a Licey pasadas las 8:00 de la noche. El recorrido completo abarcó mil 400 kilómetros, me confirmó Humberto, que parece “de goma” pues nunca abandonó el timón y ni siquiera señales de estar cansado dio. A finalizar esta gira, y este relato, debo de gritar con fuerza ¡cuantas bellezas tiene el sur profundo! Haga turismo interno. Conozca nuestro país primero. Seguimos en combate!
Pero ¿cuál azufrada? ¡Ni señal hay de que existiera! El aumento de las aguas del lago, la borró por completo. La vegetación también ha sido consumida y, las que ayer eran zonas verdes, hoy son sólo árboles secos que parecen figuras desnudas mirando hacia el cielo implorando piedad.
Como no pudimos -por la hora- llegar a la Isla Cabritos, los niños se quedaron con los deseos de ver los cocodrilos que su abuelo había prometido que verían. Aprovechamos el tiempo en el Lago para tomar fotos a las iguanas y del paisaje.
A las 2:00 de la tarde, del domingo 1 de agosto, iniciamos el regreso a Licey. Teníamos en programa entrar a San Juan de la Maguana tomando la carretera de Neyba hasta salir a la autopista para entrar por el Cruce de Azua, por donde está la Cárcel del 15.
Sin embargo, al pararnos en un comercio para comprar algunas cosas, alguien nos dijo que había una autopista nueva a pocos kilómetros “que en media hora nos pondría en San Juan”, provincia que se conoce en el país “como el granero del sur”.
Le tomamos la palabra al amigo ya que “el que no sabe, es como el que no ve”. Después de orientarnos, cogimos la bendita autopista que, es cierto, está super, acabada de construir. Es más, hay tramos en los que todavía trabajan.
Sin embargo, tuvimos que dar más ruedas “que el caray” para llegar al pueblo. A pesar de las buenas condiciones y del poco tránsito, creo que tomamos casi dos horas para cruzarla. Todos estábamos exhaustos por la larga travesía.
En San Juan no anduvimos mucho. Estuvimos en el Parque, próximo al Palacio Municipal, y en la Plaza del Profesor Juan Bosch ¡lindisima! La alcalde, Hanoi Sánchez, quien repite, se ha fajado en ese municipio.
Allí aprovechamos para almorzar ya que hacia un hambre de perro. Yo estaba que no aguantaba más y hasta me le “escapé” al grupo. Mientras los demás aprovechaban para tomarse fotos y todo eso, acudí a una cafetería cercana y pedí un arroz con gandules, carne y ensalada con un aguacatico, el cual devoré en minutos. Después, un cafecito y “ready pal´pleito”. Los demás hicieron lo mismo al rato.
Después, emprendimos el camino hacia Licey con la tradicional parada en Las Tres Rosas, de Bani, donde venden los mejores dulces de RD. Luego seguimos la ruta porque el ambiente presagiaba lluvias. Así mismo fue. Un intenso aguacero nos sorprendió entre San Cristóbal y Santo Domingo.
Cruzamos Las Caobas, con las calles inundadas, y llegamos a Licey pasadas las 8:00 de la noche. El recorrido completo abarcó mil 400 kilómetros, me confirmó Humberto, que parece “de goma” pues nunca abandonó el timón y ni siquiera señales de estar cansado dio. A finalizar esta gira, y este relato, debo de gritar con fuerza ¡cuantas bellezas tiene el sur profundo! Haga turismo interno. Conozca nuestro país primero. Seguimos en combate!
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