La Habana, Cuba.- La casualidad -y una buena profesora y amiga- me trajo hasta Cubadebate una mañana a comienzos de este año. Llegué a una mediana oficina en la que tres escritorios ocupan la mayoría del espacio disponible. “Esto es Cubadebate”, nos dijeron tras las presentaciones de rigor. “¡¿Esto es Cubadebate?!”, pensé para mis adentros, y en la cara de David descubrí un sentimiento similar.
Así comenzó nuestro pedacito de historia en un medio que este 5 de agosto cumplió ocho años de desandar por las redes digitales como una de las experiencias más lúcidas del periodismo cubano en los últimos años. Infinito y generoso andén, aCubadebate han arribado y partido montones de amigos que comparten sus alegrías por un rato, pero luego siguen su ineludible rumbo. Ahí radica uno de los principales retos del medio, desafiar al monstruo del diarismo sin garantías de ningún tipo, sin trabajos seguros que hacen respirar aliviados a los editores.
Por eso el espíritu frenético que emana de aquella oficina, aún cuando esté vacía. Porque Cubadebate es el duelo eterno contra la quietud, la búsqueda incesante -y errada a ratos, por qué no- de una verdad que en estos tiempos de Internet multiplica su carácter de profusa y dispersa.
Esto pudiera ser una loa a los magníficos resultados de esta singular experiencia, pero en realidad quisiera fuera una andanada de sueños por el Cubadebate que será. Sueño con que la “redacción” deCubadebate sea algo más que una entelequia cobijada en las cabezas de algunos, sueño con ver un despliegue visual que aproveche los más modernos recursos de las herramientas de la web en función de trabajos de alto contenido, sueño con un Cubadebate que haga un poco más de honor a su nombre y se adentre un poco en los inefables caminos de este jardín insular.
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