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lunes, 14 de noviembre de 2011

Desde Haití: Las razones de Emile y Lourdes


Juan Diego Nusa Peñalver, enviado especial
 
Nadie ni nada podrá ensombrecer la extraordinaria labor humanitaria que el personal médico cubano ha cumplido y cumple en Haití desde hace casi 13 años de duro trabajo por la vida de este país, sacudido por enfermedades, huracanes y un letal terremoto.
Nuestros galenos, enfermeras y otro personal han brindado desde el 4 de diciembre de 1998 y hasta el 9 de noviembre de este año más de 18 millones atenciones médicas, efectuado 133 593 partos y realizado 304 977 intervenciones quirúrgicas (37 % de ellas mayores); mientras les devolvieron o mejoraron la visión a 53 712 haitianos, la abrumadora mayoría de todas esas personas muy pobres, residentes en apartadas comunidades y sin hacer ningún tipo de distingo por sexo, raza, condición social o pertenencia política. El único compromiso ha sido con la vida humana.

La doctora Lourdes Philippeaux atiende a la pequeña Yelia Chery, de 10 años, y aquejada de una enfermedad respiratoria aguda, en el centro de salud de Kenscoff, cerca de Puerto Príncipe. 
 
Aun ni los medios de la llamada gran prensa norteamericana, nada afectos a la Revolución cubana, como el The New York Times, han podido ignorar la intachable labor de los médicos cubanos, por ejemplo, en la lucha contra la epidemia de cólera en Haití, donde han salvado la vida a más de 76 300 personas infectadas con ese terrible mal, con una bajísima tasa de letalidad, y en difíciles condiciones de vida y trabajo.
La Brigada Médica cubana aún se mantiene en la vapuleada tierra que vio nacer al gran Louverture, mientras más de la mitad de las organizaciones no gubernamentales, la mayoría occidentales, ya se han retirado de Haití, dejando a este pueblo a su triste suerte.
Y eso lo saben muy bien las jóvenes doctoras haitianas Emile Nadege y Lourdes Philippeaux, dos brillantes exponentes de entre las seis promociones y 8 594 graduados, de 54 países del 2005 al 2010, de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de La Habana.
Ellas tienen muchas razones para amar a Cuba, a Fidel y a su gente como a su propia familia.
"Cuba y Fidel hicieron posible mi sueño de ser médico y la formación que me dieron me ha permitido ver las cosas de una forma más humana para regresar a mi país y ayudar a mi pueblo a levantarse de tantas enfermedades", expresa a Granma la doctora Emile, oriunda de Puerto Príncipe e integrante del primer grupo de 120 haitianos que recibieron sus títulos como egresados de la primera promoción de la ELAM.
Inquieta y afable, a Emile además de codirigir el hospital comunitario de referencia de la montañosa comuna rural de L’Asile, departamento sureño de Nippe, junto al licenciado en enfermería Raúl Larrigana Torres, de la provincia Mayabeque, lo mismo se la puede ver dando consulta, haciendo terreno o con una fregona en la mano limpiando pisos y paredes para mantener la pulcritud de este centro asistencial orgullo de nuestra brigada médica en Haití.
A su vez la doctora Philippeaux, graduada en el 2010 de la ELAM y destacada en la también comuna montañosa de Kenscoff, pero en los alrededores de Puerto Príncipe, significa que aún sus compatriotas necesitan de la asistencia médica de los cubanos porque es de calidad y muy humanitaria.
"La mayoría de los diez millones de haitianos no tienen cómo pagar por la atención médica y en muchos lugares estos servicios no existen. La facultad de medicina del Estado solo gradúa 100 galenos por año, cifra insuficiente para las necesidades de nuestro país", acentúa esta joven doctora, mientras atiende en consulta a la pequeña Yelia Chery, de 10 años, aquejada de una enfermedad respiratoria aguda.
Realizarse en la vida y contribuir a la salud de su pueblo y la de otras naciones del Tercer Mundo, son las razones por las que nunca Emile o Lourdes dejarán de amar a Cuba y a su gente, arguyen con convicción.

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