Por Mairyn Arteaga Díaz
Fuente, http://www.cubadebate.cu/
Cuba.-La piedra se mantiene imperecedera casi dos siglos después. La piedra puede contar la historia, ella estuvo allí, ella lo vio todo. Ojalá yo también hubiese estado, pero fue la piedra quien estuvo. Uno la mira y parece que hablara. La piedra, el mar, la arena. Todos los vieron llegar. Ojalá los hubiese visto yo, pero ahora solo puedo saber lo que cuentan el mar, la piedra, la arena…
Ya los disparos de la guerra habían sonado en Cuba. Otra vez el fuego emancipador amenazaba con reducir a cenizas aquellas ataduras que dolían hasta la médula. Otra vez la libertad se afanaba en levantar la cabeza. Mas faltaban ellos, sin ellos era casi imposible atrapar la luz. La piedra lo sabía, por eso los esperaba, y lo sabía la arena y lo sabía el mar. De haber estado, yo también lo hubiese sabido.
Los trajo la noche en un pequeño bote y los dejó en una Playita desierta del Oriente cubano. Los trajo en abril 11 de 1895 y los dejó para siempre. Nadie que pasa por allí y ve la piedra, contempla el mar, pisa la arena, puede escapar de la visión. Gómez y Martí habitan en Cajobabo desde entonces, se mezclaron con el paisaje, son eternos. Tan eternos como la noche que los trajo, como el mar, como la arena, como la piedra que los vio llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario