José Manuel Castillo, director Noticias A Tiempo. Whatsapp: 8098160105, josemlct11@hotmail.com. Santiago, República Dominicana.

lunes, 12 de agosto de 2013

Las vainas de Hipólito

No sabía el porqué de aquella pesimista afirmación, que echaba agua fría a mi entusiasmo.

Eugenio Pérez Almarales
Especial/Noticias A Tiempo
E-mail: josemlct11@hotmail.com

Hacía muy poco había llegado a la República Dominicana, un país vecino de Cuba, con idéntico paisaje, fuertes lazos históricos con el nuestro y gente amable, como los cubanos, sobre todo quienes residen en la región de El Cibao, donde más tiempo estuve.

Precisamente en esa zona nació, en 1941, Hipólito Mejía, quien se graduara de ingeniero agrónomo en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, en Estados Unidos, y ocupara importantes responsabilidades en Quisqueya, como la de secretario de Agricultura y luego presidente de la República (2000-2004).

Pero no es esencialmente por sus aportes al desarrollo de la producción de alimentos que Hipólito se convirtió en un personaje singular de la historia popular dominicana, sino por sus ocurrencias y extravagante comportamiento.

Aseguran que un periodista le comentó, refiriéndose a la carestía de la vida, en espera de una valoración del asunto: "Señor Presidente, ¡la calle está mala!", a lo que el mandatario respondió como una exhalación "¡Pues camine por la acera!"

En otra ocasión, un comunicador cuestionó el precio elevado de los huevos, e Hipólito ripostó: "¿Y usted cree que es fácil ese asunto de los huevos?, ponga usted uno pa´que vea que no es fácil".

Cuando Mejía hacía campaña para la presidencia, afirmaba que ningún mandatario debía gobernar más de un período, pero después de alcanzarla confesó: "Tú sabes, me ha gusta´o este carguito".

Dicen que llegó a una convención de ginecólogos y saludó en voz alta: "¿Qué cuentan esos mirapopolas?", y ya sabemos lo que significa popola.

Sin embargo, al parecer no tiene nada en contra de tales especialistas, pues cuando recibió al Rey Juan Carlos, de España, en la presentación de su comitiva, le dijo: "Y este es mi ginecólogo", señalando al médico que le chequeaba la próstata.

En octubre de 2001 no estaba enterado de esas cualidades de Hipólito. Viajaba de Licey a Santiago de los Caballeros con mi compadre y colega Félix Jacinto Bretón, cuando recibió una llamada a su celular. El director del periódico El Nacional le mandó a trasladarse a Cotuí, distante unos 80 kilómetros, para cubrir un encuentro del Presidente con ganaderos.

Giramos en sentido contrario, rumbo al sitio señalado. Mientras nos acercábamos eran más visibles las medidas de seguridad: intersecciones y puentes custodiados con armas largas, policías... hasta el lugar de la cita.

Muchos militares y dos helicópteros en pleno campo revelaban que allí estaba el Presidente.

Hipólito hizo una intervención realmente interesante, sobre la necesidad de ser cada vez más autosuficientes en la producción de alimentos y de no depender de las transnacionales.

Al concluir, las principales figuras pasaron a una casa de dos plantas, de madera. Me percaté de que una persona parada ante la ventana era Siquio Ng, secretario técnico de la Presidencia, a quien había visto en periódicos y programas de TV.

Me acerqué y le pedí que entregara a Hipólito un ejemplar de un libro de dos granmenses, sobre el papel de los dominicanos en las guerras de independencia de Cuba.

- Pero usted es cubano -adivinó Siquio.
- Sí, cubano -respondí.
- ¡Ah!, pues usted mismo le entregará el libro al señor Presi-
dente -manifestó- y dispuso que me dejaran pasar.

Me presentó a los ministros y a otras personalidades, y me pidió aguardar a que le avisara a Mejía.

Unos cinco minutos después bajó Hipólito, con guayabera blanca de mangas largas y sombrero. Me tendió la mano. Le expliqué el tema del libro, se lo entregué y conversamos brevemente.

De regreso, en Santiago de los Caballeros, satisfecho de haber puesto un ejemplar de aquella obra en manos de la más importante personalidad pública del país, comenté el hecho ante un grupo de colegas, y uno, sincero y cortante, expresó: "Ha botado usted un libro".

Recientemente, Johan Rosario, en el prólogo de Las vainas de papá: Léxicos y Ocurrencias de un Presidente, obra del periodista dominicano Arturo Taveras, describe a Hipólito como un hombre "con el desparpajo propio de quien jamás posó sus ojos en un libro". Espero que no sea totalmente cierto.

*El autor es Jefe de información del periódico La Demajagua, y profesor universitario en Granma, Cuba. Expresidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en aquella provincia.