SERGIO REYES
Escritor costumbrista, investigador histórico y articulista de opinión.
Su inquieta y escrutadora mirada se posa en gentes, cosas y caracteres archivando en el recuerdo infinidad de detalles que a otros podrían parecerles nimios y que, más adelante, serán anotados en el cuaderno de bitácora a manera de Apuntes en los que describe, con profundo apego a la verdad el entorno que le rodea.
A su paso, va cosechando a manos llenas ramilletes de aprecio provenientes de la gente humilde así como las expresiones de adhesión militante a la simbólica causa que enarbola en pro de la liberación de su Patria del yugo impío del colonialismo español.
En despliegue de enérgicos y expresivos discursos sintió vibrar el ardor de los jóvenes de Santiago, su clase intelectual y sus bellas damiselas, quienes desbordaron con su presencia la capacidad de los diferentes centros sociales y culturales que dieron cobijo y albergue a sus prédicas en procura de recabar la solidaridad con la causa revolucionaria de la que era portador el prestante antillano.
Su fina agudeza y alto nivel de observación para con todos aquellos aspectos derivados de la cultura e idiosincrasia del individuo común le llevan a percatarse y hacer mención en su Diario de aspectos tales como el juego de gallos, el carnaval -con los vistosos disfraces y caracterizaciones de la época- y los ritmos folklóricos en boga, entre los que comenzaba a destacar el Merengue, muy a contrapelo de las criticas y obstáculos interpuestos en su camino por los sectores encumbrados de la aristocracia cibaeña y algunos connotados intelectuales y periodistas negadores de su identidad y plagados de prejuicio social.
Haciendo galas de visionario y un profundo sentir humanista no dejó de notar el papel jugado por la actividad comercial en el desarrollo y evolución de los pueblos y, de manera concreta, en las comunidades fronterizas dominico-haitianas. A tono con ello, en una aplastante postura visionaria, que, en el presente adquiere visos de actualidad, postuló que “… el contrabando es el derecho de insurrección (…) cuando los aranceles son injustos o excesiva la ley fronteriza”.
(Posturas similares han asumido otros pensadores y figuras preclaras de las letras y la siembra de opinión, en el decurso de los años. En efecto, el educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos calificó el contrabando como “… un verdadero ejercicio de un derecho de necesidad”, mientras que Manuel Arturo Peña Batlle definió este recurso extremo de las actividades comerciales como“… un imperativo de las circunstancias”).
A su paso por Dajabón, queda impactado por la deplorable realidad socioeconómica por la que atravesaba la población en esos años, “con sus casas caídas, de palma y guano, leprosas y polvosas”, a diferencia de la población vecina de Juana Méndez, en Haití, en donde, gracias a la holgura económica derivada en gran medida del comercio de importación y exportación, sobresalían las viviendas de tejamanil, con techo de paja, puertas y ventanas de amarillo y borde blanco, iglesia de mampostería y (en donde)algunas casas tienen balcón”; todo ello como evidencia del desnivel socioeconómico que primaba entre ambas comunidades vecinas, en esos años.
Esperanza le vio pasar y en las anotaciones del inquisitivo literato quedaron plasmadas, para la posteridad, las observaciones sobre las ruinas de antiguas construcciones de los tiempos de la colonia así como sus reflexiones y observaciones sobre el llamado “Paso de los Hidalgos”, que vino a constituir la impronta de la ruta inicial establecida por los conquistadores españoles encabezados por Cristóbal Colón, para consumar la penetración hacia el interior de la isla Hispaniola, el subsecuente dominio territorial y el sojuzgamiento de sus pobladores originales.
Guayacanes, con el calor y hospitalidad de su gente y el disfrute de las finas atenciones de sus más prestantes habitantes –entre los que descolla la recia personalidad de Doña Ceferina Calderón de Chávez, sus hijas y el resto de su familia- impactaron el ánimo de este acucioso escritor, a tal extremo que, sin poder evitarlo, en sus anotaciones se volcó en elogios y frases de admiración dirigidas a la legendaria llanura de cayucos, cambrones y guazábaras poblada por aguerridos, valerosos y atentos campesinos que con ceñudo heroísmo y tesón habían sumado sus esfuerzos para el rescate de la soberanía de la Nación en mas de una ocasión.
Villa Lobos y Jaibón brotan a borbotones en sus significativos apuntes, impregnados del agradecimiento sincero del peregrino que recorre territorio fraterno cosechando a cada paso el apoyo solidario a la causa de redención de su patria.
Y, con su estilo exquisito, como lo hace el maestro y el verdadero educador, nos retrata con riqueza de detalles las atenciones recibidas en la finca tabaquera administrada por Máximo Gómez en Laguna Salada, en cuya mesa pudo degustar arroz, pollo, lerén (…) casabe (y) café pilado, endulzado con miel de abeja.
Más adelante en la ruta, en la vivienda de Jesús Domínguez, en tierras de Guayubin, habría de ver multiplicadas las muestras de adhesión y aprecio a la causa cubana y, junto a la abundante comida ofrecida por los anfitriones habría de degustar, también, el infaltable café aderezado con anís y nuez moscada.
Monte Cristi, con la inconfundible silueta del cerro del Morro -que le guarda al noreste como celoso centinela- y la recién estrenada estructura de la torre de metal en cuyo tope resalta el imponente reloj que, al decir del propio apóstol, pronto habría de marcar “la hora de la redención de Cuba”, recibió, una vez mas, la llegada de José Martí -que no de otro grande hombre hablamos-
Y con la prisa y ansiedad que acomete a quienes se saben depositarios del ineludible compromiso contraído con la Historia, se hizo confeccionar un traje negro con el que se asemejaba a “un soldado, un obispo o un aristócrata”, según él mismo reconoce en su diario de viaje.
Sin embargo, lejos de prestar atención a los dictados de la moda, el ánimo de Marti estaba atento al desarrollo de aspectos de mayor relevancia, de los que dependía el futuro de su amada patria, la más grande de las antillas, que se debatía en una horrorosa guerra contra el gobierno colonialista español y demandaba la integración de sus mejores hombres y el concurso solidario de avezados guerreros provenientes de todo el arco antillano y otros puntos de América, que estaban dispuestos a sacrificarlo todo, en gesto de solidaridad y aprecio hacia el pueblo cubano.
Y es que, a partir del resonante triunfo obtenido por los dominicanos en la Guerra de la Restauración (1863-1865) y la subsecuente retirada de las desbandadas tropas españolas hacia sus colonias de Cuba y Puerto Rico, el territorio nacional se convirtió en el centro de agitación e insurrección desde el cual se organizaron los levantamientos independentistas de esas islas. Los mártires del Grito de Lares, en Puerto Rico (23 de Septiembre de 1868) eran dominicanos, en su mayoría, y es sabido que desde su llegada a Cuba con los remanentes del derrotado ejercito español -del que formaba parte-, en la personalidad del banilejo Máximo Gómez se produjo una transformación que le hizo abrazar con ahínco y determinación la causa cubana, uniéndose a los aprestos revolucionarios en cuerpo y alma.
En ésas andaba el apóstol, en su largo peregrinar por tierras de la Línea Noroeste.
Por tanto, aquel día que el calendario señalaba como 25 de Marzo de 1895 se apersonó en la vivienda de aquel que ha sido llamado como el Estratega de la Independencia de Cuba a conferirle la enjundiosa misión de dirigir la “guerra necesaria” hasta expulsar del territorio de la isla al último soldado invasor.
A la contundencia de esta aspiración se unía el nombramiento que por intermedio de Martí le hacía el Partido Revolucionario Cubano a Máximo Gómez, quien, a partir de la fecha, pasaría a ser General en Jefe -o Generalísimo- del Ejército Libertador. A su vez, Martí reservaría para sí la condición de Delegado del PRC y, como tal, ostentaría la máxima jerarquía política e intelectual del movimiento libertario.
Haciendo uso de las investiduras respectivas procedieron a redactar, pasar en limpio y rubricar de puño y letra el trascendental documento que ha pasado a la historia con el nombre de Manifiesto de la Reforma –o de Montecristi-, el cual define con toda precisión los postulados y expectativas del movimiento revolucionario.
La modesta vivienda que constituía el domicilio de Máximo Gómez en la ciudad del Morro –y, más que vivienda, centro de operaciones subversivas y acopio del apoyo a la causa cubana- ha quedado consignada en la historia como el lugar en donde se incubó y dio inicio la épica libertaria de la antilla mayor. Con los debidos arreglos y adecuaciones, en el presente el sitio ofrece albergue a un museo en donde se exhiben diversos artículos, documentos, fotografías y mobiliario relacionados con la gesta, la época y las vidas de ambos paladines de la independencia antillana.
De allí partieron en los primeros días de abril de 1895; Por diferentes caminos, para eludir la vigilancia y persecución dispuesta por la soldadesca y la diplomacia española en las costas dominicanas y el territorio de Haití
En todas y cada una de las etapas en que hubo de transitar en su peligroso peregrinar el apóstol cubano pudo contar con el apoyo y la solidaridad de los habitantes de las comunidades enclavadas a ambos lados de la frontera dominico-haitiana y, al fin, luego de sortear innúmeros obstáculos, peligros y asechanzas, logran hacerse a la mar por el puerto de Monte Cristi, junto a otros cuatro valientes, para emprender, de manera contundente y definitiva, la guerra de liberación cubana.
Arribaron a dicha isla por la costa de Playitas (Baracoa) y se internaron de inmediato en la espesura de las montañas, para unirse a las tropas insurgentes que operaban en la zona, comandadas por Antonio Maceo.
Apenas habían transcurrido 41 días, desde su partida de Monte Cristi, cuando, fruto de una alevosa emboscada que fue facilitada por el carácter fogoso de este inigualable hombre de letras y su desbordada impaciencia por entrar de lleno en combate, el apóstol José Marti cayó herido de muerte en Dos Ríos, al ser impactado por tres disparos provenientes del frente enemigo.
Así vivió -y murió- este insigne revolucionario, poeta, maestro, periodista y ciudadano ejemplar de nuestra América.
Su legado político hubo de ser recogido por Gómez -El Napoleón de las Guerrillas, como alguien habría de calificarle mas adelante-, y otros prestantes políticos y hombres de armas de Cuba, quienes hicieron realidad, poco tiempo después, el sueño libertario del apóstol.
Con el paso de los años la figura de Martí se acrecienta y consolida en la memoria de los ciudadanos del mundo, gracias a la impactante e impoluta relevancia de sus aportes en materia política así como a la inigualable calidad de sus escritos y enseñanzas.
En nuestro país, su recuerdo se mantiene en forma imperecedera, ocupando un sitial distinguido entre los grandes hombres representativos del sentir antillanista y americanista
Y de manera especial, su legado es venerado por los habitantes de la Línea Noroeste, en cuyos llanos y serranías el apóstol cubano pernoctó en mas de una ocasión, colocado por azares del destino en la ruta del sol, mientras andaba por estas tierras, como quien dice, de paso, recabando el apoyo de los dominicanos en la sagrada misión de redimir a su patria.
Salve José Martí, insigne Maestro y prócer de toda América!!
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