Haroldo Dilla Alfonso
Fuente, http://www.7dias.com.do/
El asesinato de Claudio Nasco ha conmovido a la sociedad dominicana. Y con razón. Fue un crimen espantoso perpetrado contra una figura de agradable presencia pública, a quien sus allegados valoran como una persona amable, solidaria y comunicativa. Por todo ello no solo me uno a la condena y a la evocación de Claudio Nasco, como persona, como profesional y como compatriota. Aunque no lo conocí personalmente, me adhiero a quienes lamentan esta pérdida y extiendo mis condolencias a la familia.
Claudio Nasco no fue simplemente la víctima de unos delincuentes, sino el resultado tanto de la anomia creciente de una sociedad como de los remedios equivocados que se pretenden aplicar. Claudio fue asesinado por la pobreza extendida que lanza a miles de personas a buscar la sobrevivencia en el pantano del crimen. También lo mató el clima de impunidad que impera en la sociedad en que, con buenos contactos y cuotas de poder, es posible delinquir sin contratiempos. Y el efecto degenerativo del narcotráfico que entra por todos los poros y llega a probar fotogenia en el propio palacio presidencial.
Claudio Nasco no fue simplemente la víctima de unos delincuentes, sino el resultado tanto de la anomia creciente de una sociedad como de los remedios equivocados que se pretenden aplicar.
Claudio Nasco fue víctima de los métodos equivocados que piensan que se puede eliminar la delincuencia y aumentar la seguridad ciudadana llenando las calles de policías y soldados, encarcelando por más tiempo a los adolescentes que delinquen, asesinando jóvenes en supuestos intercambios de disparos y adoptando poses públicas de matones de barrio. Al mismo tiempo que los casos de corrupción y de abusos contra las vidas humanas siguen sin juzgar, y sus presuntos comisores reciben cargos públicos, halagos y elogios.
Pero la muerte de Claudio me aterra por otra razón.
Es positivo que figuras como la vicepresidenta, el ministro de Turismo (¿?) y el jefe de la policía hayan condenado el asesinato y hayan garantizado acción inmediata. También que la prensa, toda, haya informado sobre y condenado el asunto. Pero no puedo alejar de mi mente que cuando hace unos meses un joven limpiavidrios llamado Miguel fue asesinado de un tiro en la espalda en una céntrica esquina y a plena luz del día, ningún funcionario se pronunció. Y que la propia prensa, en su mayor parte, haya deslizado análisis condenatorios del joven asesinado, como si la molestia de los limpiavidrios ameritara un muerto anónimo como escarmiento. El asesino de Miguel el Limpiavidrios tuvo tiempo de llegar a su casa y tomar un avión a Colombia para desaparecer, al menos hasta donde se. Nadie ha pagado por esto.
No por ellos. Ya los dos están muertos y solo nos queda recordarlos. Sino por todos nosotros, los que seguimos expuestos a los asesinos de Claudio y de Miguel.
Si alguien cree que no hay relación entre Claudio Nasco y Miguel el Limpiavidrios, está equivocado. El asesinato de uno es similar al del otro: fruto de la impunidad, la violencia, la depauperación social, la corrupción, el narcotráfico y la insensibilidad de un régimen legal que clasifica a sus crímenes en condenables y permitidos. En fin, un sistema en que vivos y muertos son desiguales ante la ley. Todos los que callaron o justificaron el asesinato de Miguel el limpiavidrios, contribuyeron al asesinato de Claudio Nasco. Y seguirán siendo contribuyentes involuntarios de otros muchos que seguirán consternándonos cada mañana.
Por eso, no solamente espero que las autoridades detengan y procesen a los miserables que asesinaron a Claudio Nasco, sino también al asesino prófugo de Miguel el Limpiavidrios y a quienes le permitieron tomar un avión en el AILA. No por ellos. Ya los dos están muertos y solo nos queda recordarlos. Sino por todos nosotros, los que seguimos expuestos a los asesinos de Claudio y de Miguel.
Para que no nos pase como a aquel testigo de la impunidad que mencionaba Martin Niermoller, que cuando se lo llevaron, ya no había nadie que protestara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario