José Manuel Castillo, director Noticias A Tiempo. Whatsapp: 8098160105, josemlct11@hotmail.com. Santiago, República Dominicana.

viernes, 28 de febrero de 2014

De gobernantes y gobernados: 170 años de Independencia, entre alabanzas y reclamos

Salvas de honor en ocasión del 170
 aniversario de la patria.
Orlando Ramos/Acento.com.do
Tras el discurso de rendición de cuentas, el presidente Danilo Medina y algunos funcionarios se dirigieron a la Zona Colonial para participar en el tradicional Te Deum en la Catedral Primada de América y luego en la ofrenda florar en el Altar de la Patria.

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El Sol en la cúspide del meridiano. Los gobernados ultiman los detalles en el “kilometro cero”. Se aproxima la hora del depósito de las flores al altar. Los gobernantes están cerca.

Lánguidas serpientes de plástico, teñidas de amarillo separan el Parque Independencia de la avenida… y la gente queda al otro lado, detrás de más serpientes atadas en la calle El Conde. Mismo color y grosor. Ellos y los otros, cada quien bien definido su lado.

Dos banderas tricolores enganchadas en la cafetería "Grand's" observan desde lo alto, y comparten la vista con la izada sobre la Puerta del Conde.

La plataforma está puesta, detrás de las serpientes, amarillísimas. En la entrada, vigilantes se erigen como gárgolas con fusiles.

“Duarte con Paris, por la Mella”, grita un cobrador de “guagua”, encaramado en un mini bus, haciendo ademanes que nadie ve.

A pie, llegan jóvenes ataviados de azul, lanzando alabanzas y reclamos. Aplauden y tocan tambores.

“Si tuviera la fe como un granito de mostaza, le diría a los corruptos: muévete”. Aplauden, aplauden. La energía juvenil se extiende e infecta a los presentes, quienes se agitan al ritmo de los atabales.

En el costado derecho del parque, tres miembros de la Policía Nacional se resguardan del Astro Rey. Oficiales uniformados con saco y corbata, se arrebatan las gotas de sudor de las frentes y las sacuden de los dedos.

Del otro lado, casi ocultos a la vista inquieta, están los materiales de la remodelación del monumento. No hubo tiempo de concluir con los trabajos, pese al vapor y el apuro de los capataces para que pudiera ser admirado durante la celebración del cumpleaños de La Patria, parida con sangre y fuego 170 años antes.

“Y los corruptos se moverán, se moverán, se moverán”, continúan los jóvenes por el frente, comandados por Neftalí Cruz, entre exaltaciones al Señor y ruegos de que se “sacudan la mata” en el Estado. Un compactador de basura aprieta sus fauces. El lixiviado se extiende por toda la avenida y embalsama con su olor La Zona.

No falta la solicitud de protección de La Loma, bajo alegato de traición ante su venta. Su destino parece incierto.

"Los políticos dominicanos escogieron la muerte y la ‘mardición’. Det. 30,19.", sentencia una cartulina ajada, sostenida por manos jóvenes, de color del café.

Llegan los oficiales de la Marina de Guerra: uniformes blanquísimos expuestos al sol. Las cabezas resguardadas por el quepis. El flujo de vehículos se detiene súbitamente. La calle Arzobispo Nouel recibe ahora a los vehículos que se enfrentan al cambio de rumbo, sin oportunidad de protestar.

Entre el chicharrón de cerdo, el “agüita fría” y el vaivén de los “pica pica”, dos señores, uno entrado en edad y el otro con menos años sobre sus hombros, mantienen en alto un cartel, recostados del portón de una tienda, una mano en el bolsillo del pantalón, pidiendo reubicación: damnificados del ciclón Georges, 15 años después.

“Ya son 15 años y todavía nos no han dado una casita. Reubíquenos señor presidente… Que usted ‘resuerve’ con los pobres. Gracias", reza el lienzo, con las palabras vestidas de azul, rojo y negro.

“¡Dios… que alguien se apiade de nosotros!”, grita una señora echada al Sol.

Te Deum.

Llegan los gobernantes, Danilo Medina a la cabeza. El color negro se vuelve protagonista del protocolo de la Presidencia. La vicepresidenta, Margarita Cedeño y Cándida Montilla de Medina, sonríen a los presentes.

La Catedral Primada de América espera en sus entrañas a los visitantes. Los gobernantes toman sus puestos. Inicia el sermón, 30 minutos antes de lo programado.

Empiezan las oraciones y los cánticos del coro. El olor del incienso se extiende por el templo.

Silencio. El obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santo Domingo, Amancio Escapa toma la palabra y arroja mensajes de colaboración entre ambos mundos: gobernantes y gobernados, para subsanar la sociedad de los males que le acechan.

Afuera un carnaval de gente vocifera palabras que no llegan a oídos de los gobernantes. Manos extendidas pidiendo dinero como si fuera clemencia. ¡Por la vida! Recursos de un instante para satisfacer la tripa en el momento. Mañana será otro día.

“La patria es de todos”, recuerda Escapa. El hambre es de los que están afuera.

Termina el sermón y el coro seduce la atención de los invitados. Los profesionales de las palabras, cámaras y letras se mueven ansiosos de un lado a otro. Sonríen y esperan.

“Atentos todos”, dice una de las comunicadoras. Los presentes se ponen de pie. Todos firmes El himno nacional dominicano indica que la misa ha terminado.

Poco a poco se acercan al altar para presentar los saludos al “Primer Mandatario” y a la comitiva. Las sonrisas, los apretones de manos y los abrazos se roban el espectáculo esta vez. Algunos quedarán pendientes para el próximo aniversario de la Patria.

Altar.

Los honores están listos. Los soldados, fusiles listos. Uniformes blancos, verdes y azules desbordan la avenida Independencia y el Parque.

Arriban los gobernantes. Desmontan de sus negros carruajes y caminan a la entrada del Altar. Presentan la ofrenda de los gobernantes. Ingresan, con andar pausado, bajo el Sol de las dos de la tarde.

Ingresan al Monumento. Duarte, Sánchez y Mella los ven llegar, armados con flores, en medio del aparataje provocado por el protocolo y los pedigüeños, quienes reciben rápidamente algunas monedas a cambio de lisonjas a los que gobiernan.

Abajo, la bandera tricolor mira la fiesta. Los gritos frenéticos de los gobernados arrecian al ver la presentación del presidente Medina y su corte, tras rendir los honores de rigor. Se colocan en la tarima ataviada de rojo y suenan los cañones.


¡Boom! ¡Boom! Manos al pecho, en señal de patriotismo. Minutos después, el oficialismo extiende los saludos y las sonrisas a los gobernados. Los brazos se dilatan, pidiendo cualquier ayuda que puedan entregar.

“Presenten armas… ya”, grita uno de los oficiales y resuenan los crujidos armónicos de los fusiles.

“Ese es mi ministro. No hay un mejor ministro que ese”, grita uno de los presentes, extendiendo un fajo de papeles, sin que sea recibido.

El presidente se moviliza e inician los empellones, las palabras irrepetibles y las alabanzas. Danilo agita la mano, sonriente y desaparece en el interior del carruaje negro, que avanza presuroso hasta perderse en la mirada.

Carrozas y carrozas novísimas y limpísimas le siguen. Continúan los empujones y el aire se llena de palabras hirientes y cargadas de rabia.

Una multitud persigue a uno de los carruajes, estrellando sus manos desnudas contra los cristales. Los gobernantes pierden las esperanzas y lo dejan ir.

De forma veloz, el aparataje termina y los gobernados se van disipando, poco a poco. Muchos sonríen satisfechos, aunque con sus cartas aún entre los dedos.

“Le vamos a caer en otro acto”, promete una señora que se escurre entre la gente. Sólo queda el desfile. Los que no lograron recibir las migajas para satisfacer la tripa por el día, mantienen la esperanza de la “próxima vez”, aunque haya que apretar la correa para soportar el hambre. Siempre habrá una próxima vez… otro aniversario patrio.

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