LERY LAURA PIÑA
Fuente, http://www.7dias.com.do/
A las 10:15 am llegó la caravana: nutrida, enérgica, verde. La cerca que los policías habían conformado en la avenida Jiménez Moya, del lado norte del Congreso, se deshizo para darle paso a la patana en que venía el padre Rogelio Cruz, el Rogelio de siempre. Arrojado y apasionado, animaba a la multitud que venía detrás: “Loma Miranda, parque nacional o se hunde la isla”, se le oía gritar a través de un altoparlante.
Abajo, la multitud vociferaba distintas consignas, unas más sobrias que otras y todas orientadas en torno a la idea de que no es aceptable la explotación de Loma Miranda: “Miranda se defiende, Miranda no se vende”; “si explotan a Miranda, aquí va a haber candela”; “cogemos las armas si explotan a Miranda”….
“Padre nuestro que estás en el bosque, en el mar, el desierto y la ciudad, santificada sea tu creación, pletórica de desarrollo, fuerza y vida.
El calor se intensificaba y las gotas de sudor descendían por el rostro del padre Robinson Mejía, encargado de la Pastoral Social-Cáritas, en La Vega, mientras elevaba la oración.
Hágase Señor tu voluntad para que seamos los hombres y mujeres a tu imagen y semejanza los que asumamos el reto de defender a Loma Miranda…
…Perdona nuestra irresponsabilidad, al no cuidar de la tierra que nos has dado. Perdona a los que quieren negociar con Loma Miranda, que es parte de tu creación. Perdona a los que han cambiado su discurso y que ya no están de nuestro lado, pero también perdona a los que se han dejado comprar por dinero.
…Amén. Le toca el turno al obispo. Es cura y habla como cura. Reconoce, con una delicada expresión, que ya le había parecido raro que todo había ido tan bien en el Congreso con el proyecto de ley que busca convertir a Loma Miranda en parque nacional. “No podía ser tan fácil”, dice, y sonríe. Luego agrega que la parte positiva es que durante este proceso no solo se ha vislumbra una mejor conciencia ecológica en el pueblo, sino también mayor conciencia social.
Se alegra de que, después de la verja que colocó la Policía, un grupito de senadores lo observe y aplauda. Aprovecha para dedicarles una broma, para extenderles un reclamo: que como senadores, dejen de cenar tanto y trabajen más.
“El país quiere sentir que tiene dolientes”, dice, y le pide a los legisladores ser ese soporte: “Hay que ganarse la confianza de la gente con los hechos, con los hechos”, acentúa.
Al final, llama a todas las organizaciones sociales y al pueblo a no descansar hasta que se elimine completamente la posibilidad de explotar a Miranda con su declaración como parque nacional.
Tras concluir su discurso, el obispo Antonio Camilo fue recibido por una comisión del Senado de la República, encabezada por el representante de Azua, Rafael Calderón. Para entonces, del sol agresivo de hacía unos minutos no quedaba nada. Llovía. Llovía y los pocos que podían pasar por el filtro de la Policía Nacional entraron rápidamente al edificio del Congreso. Algún periodista bromeó con la lluvia como símbolo, como de costumbre. Dizque que los religiosos dirán que es la forma Dios de participar en la manifestación. Que otros dirán que no, que es la forma de hacerlo que tiene la naturaleza.
A todo volumen se oía esa canción de Manuel Jiménez que se ha hecho popular, con verso que refiere que “Miranda no se negocia”; con otro que dice “la vida no se negocia”.
Adentro, en el despacho de Reynaldo Pared Pérez, el presidente del Senado, una comisión que representaba a los manifestantes se reunía con una comisión de ese órgano legislativo. Mientras Reynaldo Pared se comprometía a retomar e impulsar la aprobación del anteproyecto como primera tarea de la próxima legislatura, el obispo Camilo le advertía que, hasta que se apruebe el proyecto, la población seguirá inquieta. Los que estaban adentro saben que la palabra “inquietud” significaba, por el tono, muchas cosas.A las 10:25 de la mañana, en medio de la multitud apretada y bajo un sol tremendamente saludable, el obispo de la Diócesis de La Vega, Antonio Camilo González, se unió al grupo. El carismático sacerdote subió a la cola de la patana, haciéndose ayudar de una pequeña escalera y, de inmediato, entonando el Himno Nacional, se dio inicio a un breve acto.
Y como defender los recursos naturales es también un acto de fe, se prosiguió con el "Padre Nuestro de la Naturaleza":
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