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viernes, 6 de febrero de 2015

Allan y su pierna

Grisbel Medina R. 
Fuente, Listin Diario

La imagen todavía estremece. En plena avenida Bartolomé Colón, una madre recogió la pierna de su hijo, arrancada de cuajo por el vehículo que conducía el sargento de la Policía Junior Zapata el pasado 20 de noviembre. Pese a la tragedia que en segundos le arrebató la pierna a su muchacho, la jueza Denisse Hernández de la Nuez, no se desmayó y tampoco se plantó a llorar en el pavimento. Al contrario, cargó con la extremidad ensangrentada del adolescente, hasta llevarle con ayuda de Dios a un centro sanitario.

Mucha tinta ha corrido desde el suceso. En varias ocasiones, la madre de Allan Fermín Shepard Hernández ha denunciado la amenaza silente y la intimidación revestida de pólvora frente a su casa, para tapar la boca que reclama justicia.
Denisse Hernández de la Nuez con
 su hijo Alan Fermín Sheperd Hernández,
 quien perdió su pierda derecha.

Allan perdió la pierna por la agresividad de un conductor uniformado (en vehículo oficial pagado por los contribuyentes) que cruzó el semáforo en rojo. Su estrepitoso galope mutiló la aspiración de pelotero de un muchacho que tendrá que re-aprender a conducirse en la vida con una discapacidad motora. 

La velocidad seduce. El volante vende el sueño de que eres dueño o soberana del mundo. Y si al gustito de tomar el control le añadimos inobservancia de las leyes, imprudencia y los consabidos efectos del alcohol y las drogas, tendremos, como actualmente padecemos, desdichas latentes en las vías públicas.

La ciudad, asaltada por conductores en diferentes tipos de montura, acorrala y amenaza la vida de sus peatones. Aquí se conduce rápido, se acelera para burlarnos de la gente que casi vuela de una acera a otra y de ñapa se prende un insoportable coro de bocinas que hace la calle cada vez menos humana y condescendiente. En pocas palabras, el caminante es tan maltratado como los animales que también se atropellan y se abandonan en carretera.

Si manejas, en tus manos y las mías están los sueños, la vida y las piernas de muchos hermanos peatones como Allan, el hijo de la jueza.

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