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lunes, 2 de febrero de 2015

El “lavado de caras”

Pedro Dominguez Brito
Especial/Noticias A Tiempo.Net
E-mail: josemlct11@hotmail.com

Al igual que el “lavado de dólares”, también existe el “lavado de caras”. Con el primero, los malvados buscan limpiar el dinero proveniente del narcotráfico y de negocios ilícitos; con el segundo, los protagonistas intentan por todos los medios limpiar su rostro enlodado por el mal, el odio y la envidia.

El lavador de dólares muchas veces pasa desapercibido, y cuando aparece causa malestar en el grupo; por el contrario, el lavador de caras se expone como un pavo real, anhela que lo tomen en cuenta y es buscado por sus semejantes o por los seres de espíritus pigmeos, que son, en esencia, lo mismo.

El que pretende asear su contaminada faz, habiendo ya timado a medio mundo, participa activamente en los eventos sociales, con su sonrisa perfecta y sus modales calculados; cuando viaja a Disney lo saben hasta en Mongolia; de vez en cuando públicamente entrega algunos pesos a una institución de caridad; y hace declaraciones en favor de los pobres, tal vez sin estar consciente de que es uno de los causantes de las dos miserias más tristes: la del alma y la humana.

Además, su foto está con frecuencia en la prensa, elegantemente vestido, sea fumando un cigarro, sea con una copa en la mano, acompañado de personas que se ríen a coro de la misma manera, como si hubiesen ensayado. Pero aunque la iguana cambie de piel, sigue siendo un reptil, y llegará a la cima siempre arrastándose.

El “lavado de caras” es muy común en estos lares, y no es del todo ilegal, aunque moralmente es condenable.

Es más, no son pocos los que roban o engañan habiendo analizado, desde antes del acto, cuánto gastarán en su “lavado de caras”, porque esa vida tiene un costo que sólo los anémicos de honor pueden sobrellevar.

Nuestro protagonista tiene la ventaja de que abundan los ridículos que están siempre dispuestos a ponerse un pantaloncito corto, cargar agua, jabón y toalla, para limpiar una mugrosa faz. Por el dinero esos miserables se tragan hasta las lavazas de color marrón que caen del rostro que procuran brillar. Son los cuervos y aduladores, que saben que el lavador de caras es débil con la presencia de ellos.

Total, que ante Dios lo trascendente no es el “lavado de caras”, sino el “lavado de corazón”, y lavar esa parte del cuerpo no es tan sencillo, y mientras más poderoso se es, más difícil resulta.

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