José Manuel Castillo, director Noticias A Tiempo. Whatsapp: 8098160105, josemlct11@hotmail.com. Santiago, República Dominicana.

jueves, 9 de julio de 2015

“¡Un pasaporte, por favor!”, gritan los haitianos en su consulado en República Dominicana

Foto: Desprovistas de documentos,
muchas personas “han regresado
por su propia cuenta a Haití. Ya sea
por temor a represalias o con el fin
de salvaguardar los bienes acumulados
”, dice Jean Joseph, un residente en Moca,
con la mirada de un viejo astuto
presto a subrayar que “sin pasaporte
no hay derechos”
.
No hay comentarios sin la autorización expresa del embajador o de la cancillería, dijo Jacques Pierre Martilus, Cónsul General Adjunto en Santiago después de la barrida que dio la cancillería posterior a la nefasta gestión del ahorcamiento del haitiano Jean Claude Henry en Santiago hace unos meses

Fuentes, Le Nouvelliste y Acento.com.do

Son las 8:36 a. m. En el patio del Consulado de Haití en Santiago, decenas de haitianos esperan la apertura del buró el lunes 6 de julio de 2015. Molestos, por el despecho, algunos como Gary Locan, se manifiestan. Sus gestiones para obtener el pasaporte de su compañero, Pierre Marcelaine, están lejos de concluir. “Yo presenté los documentos para el pasaporte en febrero de 2015. Ahora, cinco meses más tarde, me dijeron que vuelva en diciembre”, dice irritado Gary Locan, pintor, originario de Lascahobas, en la Meseta Central.

Sin rodeos, denunció “la incompetencia y la irresponsabilidad del Estado haitiano”. “El Estado de Haití nos ha abandonado como a animales”, dice. Instalado en Puerto Plata, Gary Locan argumenta que en este contexto el pasaporte, ese pequeño librito, puede decidir muchas cosas, hacer que sea más fácil de leer el futuro que se escribe en líneas de puntos, con la tinta de la incertidumbre. Para él, las autoridades deberían dar prioridad a los haitianos en la República Dominicana.

Desprovistas de documentos, muchas personas “han regresado por su propia cuenta a Haití. Ya sea por temor a represalias o con el fin de salvaguardar los bienes acumulados”, dice Jean Joseph, un residente en Moca, con la mirada de un viejo astuto presto a subrayar que “sin pasaporte no hay derechos”.

Sin pasaporte, no hay ningún derecho, insiste, con sus ojos muy abiertos. Vigilante nocturno por un pago mensual de 18,000 pesos, sexagenario, cuyo pasaporte ya expiró, dice que vino a “depositar sus documentos”. No se hace ilusiones sobre cuánto tiempo tardará en tener el documento.

No hay comentarios sin la autorización expresa del embajador o de la cancillería, dijo Jacques Pierre Martilus, Cónsul General Adjunto en Santiago después de la barrida que dio la cancillería posterior a la nefasta gestión del ahorcamiento del haitiano Jean Claude Henry en Santiago hace unos meses.

“Es fundamental formalizar la migración, para que los haitianos vivan aquí legalmente, con sus papeles”, dice Harold Stone, profesor de la Pucamayma, una de las prestigiosas universidades de República Dominicana. “Una vez que tengan sus documentos, serán menos maltratados”, dice, señalando que los trabajadores ilegales están mal pagados. Como promedio, a un inmigrante ilegal se le paga 80% menos por el mismo trabajo que realiza un dominicano.

Peter Harold destaca las débiles competencias técnicas de la casi mayoría de la mano de obra haitiana que se encuentra en los campos y en las obras en construcción. Sólo 0.7% de los 543,233 haitianos identificados por la oficina de estadísticas trabajan en centros de llamadas, dice Harold Pierre. Para él, los inmigrantes haitianos recuperarán su dignidad cuando Haití esté en el camino del desarrollo.

También Fernando Capellán, del Grupo M, cree que es urgente la formalización de la migración. Esta formalización protegerá los derechos de los trabajadores. “Van a tener acceso al sistema de seguridad social y a funcionar normalmente en la economía”, dijo.

Otros hombres de negocios dominicanos quieren regularizar a sus trabajadores que viven ilegalmente en territorio dominicano, según Daniel Supplice, el embajador de Haití en República Dominicana. Él dice que recibió a Juan Vicini hijo, quien opera unas 31,000 hectáreas de granjas, que está dispuesto a pagar todos los costos de 4,000 empleados haitianos. Ese es el caso también para losINVERSORES en el banano. Este sector cuenta con decenas de miles de trabajadores haitianos que esperan la legalización, dice Daniel Supplice.

La economía dominicana necesita de la mano de obra haitiana. Todo el mundo ganaría en la regularización de la migración, sostiene Errol Boulos, un industrial de Haití establecido desde 2003 en República Dominicana, el mayor proveedor de velas perfumadas en el Caribe y América Latina. “El gobierno dominicano no puede permitirse el lujo de devolver a todos los haitianos”, dice, antes de destacar la necesidad de encontrar soluciones a los problemas.

En medio de la jornada, en Juana Méndez, las familias que decidieron regresar a sus hogares informaron a los empleados en las oficinas de inmigración instalada bajo una carpa. Algunos compatriotas, con trabajos informales, admitieron no tener pasaporte ni otro documento de identidad. Basado en su buena fe, Witny Joseph, de 30 años, quien vivió en La Vega durante siete años, regresó a su casa en Port de Paix.

Obligados a buscar documentos para legalizarse, muchos haitianos que viven ilegalmente en República Dominicana han sido estafados por falsificadores. Unos 7,000 certificados de nacimiento falsos fueron entregados por haitianos en el marco del programa. Ese volumen de documentos no auténticos no deja de tener consecuencias para el estrepitoso fracaso del programa de identificación y documentación de los inmigrantes haitianos (PIDIH), dijo una fuente, extraoficialmente.

Por ahora, nada indica que los haitianos ilegales necesitados de pasaporte conseguirán este documento en un breve plazo, puesto que la oficina de inmigración y emigración, entidad dependiente del Ministerio de Interior y Comunidades Territoriales, no se destaca por el servicio que presta. En los últimos meses, los que viven en Haití, en Puerto Príncipe, tuvieron que asumir esta deficiencia paciencia hasta tener su pasaporte. Ellos, al menos, no tenían pendiendo sobre sus cabezas la espada de la deportación que amenaza día tras día.
Fuente: Le Nouvelliste

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