Arthur González
Fuente, La Santa Mambisa
Todo apunta a que la mafia terrorista anticubana de Miami desesperada al ver contados sus días, intenta crear fricciones entre la Iglesia Católica cubana y el Gobierno cubano.
Maldad y experiencias les sobra para diseñar acciones en ese sentido, y en cada ocasión que han constatado algún síntoma de mejorías en las relaciones entre Washington y la Habana, crearon situaciones problemáticas para encrespar los ánimos.
En días pasados, varios de sus asalariados en Cuba fueron trasladados a Miami para que declararan ante el subcomité para asuntos del Hemisferio Occidental de la Cámara de Representantes, como fórmula angustiosa por evitar el posible levantamiento del Bloqueo Económico.
Con la Iglesia Católica algo similar pudieran estar tramando, ante el entendimiento en que se desenvuelven las relaciones con el Estado y el avance en muchos aspectos de interés mutuo.
Varios son los ejemplos que se vislumbran, tanto en publicaciones laicas y religiosas, como en declaraciones contrarrevolucionarias de sacerdotes con larga data de vínculos con miembros de la mafia, como es el caso del sacerdote José Conrado Rodríguez Alegre, presentado en los canales de la TV de Miami para atacar a la Revolución.
Uno de los hechos más recientes fue el fórum de los padres Jesuitas celebrado en la biblioteca de La Anunciata, de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en la Habana, los días 4 y 11 de noviembre, donde se hicieron cuestionamientos políticos contra del proceso político cubano, algo que solo puede conllevar a conflictos con el Gobierno, solo en beneficio de los objetivos que persigue la mafia miamense.
Ese fórum fue dirigido por el ingeniero en Informática, Erick Álvarez Gil y la licenciada, María de Lourdes Mariño Fernández, gestora en Cuba de un proyecto anticubano nombrado “Cuba Decide”, dirigido desde Miami por Rosa María Payá Acevedo, vinculada estrechamente a la parte más reaccionaria de la mafia en Miami.
Todo indica que la joven Paya Acevedo y sus relaciones con Ileana Ros-Lehtinen y Marco Rubio, están detrás de ese plan para fabricar una fricción y afectar las relaciones Iglesia-Estado.
Otro cabo que debe atarse fue la propaganda que sobre el Centro Loyola, ubicado en la misma iglesia del Sagrado Corazón, hiciera el contrarrevolucionario Reinaldo Escobar, en un sitio digital construido por la CIA, algo inusual y forzado que causó expectativas entre muchos laicos.
En el fórum, fuera del tono eclesiástico, el Superior de la Orden de los Jesuitas, sacerdote Juan Miguel Arregui, expresó: “las cosas deben nombrarse en verdad, aunque puedan no gustar, hay que aceptar el conflicto social y ponerle nombre, al aceptar que “el conflicto real está entre el gobierno cubano y su propio pueblo”.
Otros planteamientos los realizó María de Lourdes Mariño, la que lanzó al debate la pregunta:
“Si se habla de reconciliación es evidente que se presuponen conflictos. ¿Cuáles son los conflictos en Cuba que reclaman una reconciliación?”
Para inducir más a la polémica agregó:
“El Papa habló de una Iglesia comprometida, que rompa muros y tienda puentes. ¿Qué muros derribar? ¿Qué puentes tender y entre quiénes?”
Otros participantes siguieron la misma línea política inducida por los organizadores y añadieron:
“Tres papas nos han visitado y no hay gestos, no hay normalización democrática de la sociedad cubana, aunque hacia afuera se exige la normalización de las relaciones con los Estados Unidos”.
El tono de las intervenciones se fue elevando y uno de los presentes dijo:
“Raúl y Obama se retrataron en Panamá, excelente el diálogo entre gobernantes… En las calles los cubanos dieron el triste espectáculo de un enfrentamiento, hasta con violencia, entre bandos diferentes representando la sociedad civil. Ese es el muro que debemos romper”.
Y para no dejar dudas de lo que dicho evento pretendía alcanzar, el moderador afirmó:
“El real conflicto está entre el Gobierno cubano y su propio pueblo. Muchos disidentes no pudieron ejercer el derecho de asistir a las misas del Papa. Dos señoras, Berta Soler y Martha Beatriz Roque, fueron invitadas por la Nunciatura a saludar al Pontífice y no se les dejó llegar”.
Coincidentemente, el sacerdote José Conrado ofrecía unas declaraciones a la prensa en la que dijo:
“Los tiempos que corren exigen de nosotros una presencia más intensa al lado de la gente, un mayor compromiso con el pueblo…”.
“El reto de luchar por la justicia, la solidaridad con aquellas personas a quienes le son violados sus derechos o viven agobiadas y ahogadas por el peso de una vida muy difícil. Buscar esos caminos en los que las personas se realicen a partir de su toma de decisiones”.
Sin embargo, ni en el fórum, ni Rodríguez Alegre, hicieron referencia al cruel bloqueo, económico, comercial y financiero que intenta matar por hambre y enfermedades al pueblo cubano, como afirmó en 1960 el entonces sub secretario de Estado, Lester Mallory:
[…] “Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Tampoco mencionaron la criminal guerra biológica causante de enfermedades y plagas, como el dengue hemorrágico, introducido desde Estados Unidos en 1981, causante de la muerte de 158 personas, entre ellas 101 niños, más las 344 mil 203 cubanos infectados, enfermedad que aún se mantiene en el país.
De los graves problemas internos que confronta hoy la Iglesia, nada se dijo.
Algunos quieren buscar las posibles fricciones entre la Iglesia y el Estado en otros lugares, pero primero deben determinar a quién le puede beneficiar una desavenencia así, que no sea a los que se oponen al mejoramiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
De ahí que José Martí expresará:
“…la observación va tomando hechos, y vaciándolos en la mente, que los reúne y trenza, y da luego en idea compacta y sólida”.
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