José Manuel Castillo, director Noticias A Tiempo. Whatsapp: 8098160105, josemlct11@hotmail.com. Santiago, República Dominicana.

lunes, 2 de abril de 2012

República Dominicana, el nuevo amo que se instala en Haití


Fuente, www.7dias.com.do
PUERTO PRÍNCIPE (Haití).- Lenta y seguramente, sin quererlo, la República Dominicana se perfila, entre sombras y rumores, como el nuevo amo del juego en Haití.

 La historia de la isla cambia el 13 de enero de 2010, al día siguiente del terremoto que devasta la capital haitiana. Leonel Fernández, cuidadoso estratega, es el primero en sobrevolar Puerto Príncipe en un helicóptero. Se da cuenta de la magnitud de los daños y entiende que la distancia entre las dos naciones que comparten la isla se ha ampliado drásticamente.

En apenas 35 segundos, la diferencia se ha convertido en abismal. Se cifra, después del terremoto, en decenas de miles de millones de dólares,  en décadas de retraso pero, sobre todo, en un inmenso vacío de liderazgo. De un lado, hay un país que sabe lo que quiere; del otro, dirigentes incapaces de saberlo.  Toda la debilidad de Haití está ahí. No tiene élites. No tiene grandes proyectos. En ningún sector. Sin motor, la tracción animal reina. Nuestras pulsiones nos conducen. En todo.

Fernández sabe también que la miseria de Haití será un fardo compartido. Decide entonces brindarle a su país los frutos de las oportunidades que el terremoto no tardará en ofrecer.

Leonel Fernández, político, hombre de Estado y varias veces presidente, ha comprado en los últimos años las mejores bibliotecas haitianas. Habla francés, se impregna del alma haitiana, mira a Haití con apetito, como una presa jugosa. Sabe que ha llegado el tiempo de tender la mano a su amigo herido.

Es el primer jefe de Estado en visitar a un René Preval todavía aturdido, que lo recibe como a un Mesías. Cuando todavía nadie ha ofrecido ayuda concreta al jefe del Estado haitiano, el vecino enemigo, el amigo obligado, está ahí y propone socorrernos.

En un día, caen todas las barreras de la historia. La frontera se abre, nuestra desconfianza se evapora. Nuestro orgullo, al no ser seducido, cierra los ojos y se deja tomar.

Seguirán la ayuda de urgencia, la primera reunión de donantes, la oferta de la universidad en Limonade, el establecimiento de acuerdos políticos que garanticen el porvenir de unos y otros, los contratos. La velocidad asombrosa de la apertura ocasiona grandes y pequeñas extrañezas, pero la buena fe de los jefes de los dos lados de la isla no deja en el camino más que a los ingenuos.

 El cólera, nuestra crónica incapacidad de manejar lo que sea, el fracaso de nuestros otros amigos de la comunidad internacional, harán el resto. Con asombro o con resignado malestar, los haitianos, cada uno en lo que le concierne, descubren la capacidad de los dominicanos, sector privado y sector público, de anticiparse, de invadir,  de invertir en cada lugar dejado libre por la incompetencia o la indiferencia haitiana.
     
La campaña electoral no cambia en nada la metódica implementación de nuestros nuevos mejores amigos. Al contrario. Los más importantes candidatos son convocados, no invitados, más que nunca antes al vecino país.

“El presidente electo tiene una oficina en el Palacio de su vecino”, se ironiza en Haití, frente al hecho de que, en los primeros días de su elección, los helicópteros del Ejército y de la Presidencia dominicana trasladan a Martinelly, por cualquier razón que sea, de un lado al otro de la frontera.

Se sellan alianzas mientras miles de millones de gourdes se intercambian por los productos y servicios dominicanos. Después de nuestra mano de obra exportada a los campos de caña, a la construcción y a los hoteles de la parte este, son nuestros ahorros los que ahora emprenden el camino. Desde el 13 de enero de 2010 hasta hoy, Haití se ha convertido en el primer socio comercial de la República Dominicana. Y esto apenas comienza. Mientras tengamos el dinero de la diáspora, los dólares de Petrocaribe, algunos subsidios de la comunidad y ningún proyecto nacional, los dominicanos serán nuestros mejores proveedores de ideas y de productos.

Nuestros niños están en sus escuelas, sus productos en nuestra mesa; nuestros políticos se benefician sin escrúpulos tras bastidores, el presidente Fernández es nuestro portavoz internacional. De arriba debajo de la sociedad haitiana va tomando cuerpo un nuevo lazo de dependencia.

Mañana,  las compañías de construcción, los bancos, las agencias de seguridad, las sucursales de empresas dominicanas de cualquier tipo, seguirán el camino abierto por las especialistas en belleza y las damas de pequeñas virtudes que tanto amamos.

El nuevo amo se instala en la tierra de nuestros ancestros, y lo dejamos hacer diciéndonos que, en el fondo, entre este u otro no hay diferencia.

El presidente Michel Martelly fue condecorado con la Orden de Duarte, la más alta distinción de la República Dominicana. Una gran recompensa por continuar, con fervor, la obligada elección de René Preval.

A través de nuestro presidente, todos los haitianos hemos sido honrados. Somos los habitantes condecorados de un país que se disuelve.  Lenta, seguramente y sin quererlo.

Twitter:@dalfaz
(Traducción de 7dias.com.do)

Frantz Duval/ Le Nouvelliste

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