Pedro Dominguez Brito
Especial/Noticias A Tiempo
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República Dominicana.-Este artículo pudiera escribirlo todo el que fue discípulo o seguidor del padre Ramón Dubert, ese inmenso sacerdote que hizo historia en Santiago y en el país. Hombre probo, comprometido con los más pobres, excepcional teólogo, inagotable lector, gran organizador, excelente comunicador, extraordinario escritor, protector de la naturaleza, forjador de juventudes, multiplicador de parroquias…
El padre Dubert, jesuita a carta cabal, fue el norte a seguir para muchos de nosotros. Tuve el privilegio y la responsabilidad de que me eligiera entre sus principales pupilos. Quizás lo poco que sé lo aprendí a su lado. Debía leer al menos 8 libros al mes, y discutirlos con el mentor. Me enseñó el difícil arte de la oratoria y me motivó a escribir por medio de Camino, el Semanario Católico Nacional; pero, lo más importante, me hizo comprender que Jesús es el mejor ejemplo a seguir, que la fe y el esfuerzo nos hacen alcanzar nuestras metas, que todos los seres humanos somos iguales, que debemos estar siempre al lado de los que más lo necesitan, que ser humilde es una virtud que nos hace mejores, que el trabajo nos dignifica, que hacer el bien es nuestra responsabilidad frente Dios, que debemos educarnos para ser libres y liberar a los demás, que hay que respetar a los mayores y a los niños, que debemos ser entes útiles en la sociedad…
El día que Francisco fue elegido Sumo Pontífice, muchos, en ese instante, recordamos a Dubert. Y lo hemos conversado con alegría casi mística, y mientras más escuchamos a Francisco, más nos imaginamos a Dubert. No sé si llegaron a ser amigos, pero de que se parecen en sus obras y palabras, se parecen. Lo que escribe o dice nuestro papa, es como si lo expresara Dubert.
Y lo digo dentro del marco de respeto y admiración al papa Francisco, líder de nuestra Iglesia, un pastor que en su breve pontificado se ha ganado el corazón de los católicos, incluso de muchos ateos, agnósticos, musulmanes, budistas… Francisco (hasta confianza le tenemos) ha logrado a pasos firmes alimentar la fe de millones de creyentes y ha fortalecido e inculcado un ánimo esperanzador en las bases de nuestra Iglesia. Francisco ha externado reflexiones impactantes, que servirán de sólida base para hacer serios tratados de teología y a la vez desarrollará la Enseñanza Social de la Iglesia, pues le preocupa la justicia social.
De seguro Dubert estaría encantado con Francisco, hasta podría adivinar sus pensamientos, pues hay tanto parecido entre ambos, que los que conocimos a Dubert nos sentimos parte del entorno de Francisco. ¿Qué. dirían los amigos de Camino, de los campamentos, de Los Jardines y de Cienfuegos?
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