Grisbel Medina R.
Fuente, http://www.listindiario.com/
Ocho personas se disputarán el 16 de mayo la presidencia de la República. Y otros un total de 4,066 lucharán por un escaño en el Congreso y los gobiernos municipales. Por razones conocidas el mandatario actual aventaja a los demás. Es sabido que desde el Palacio Nacional se mueven hilos de mayor fuerza, imposibles de alcanzar para la mayoría.
Las elecciones presidenciales, pautadas para el domingo 15 de mayo nos han sometido a una fiereza sin precedentes de parte del partido de gobierno. El fin de semana, vehículos de alto cilindraje, atiborrado de luces como la manada de los circos, circularon en Santiago con un musicón contraindicado para oídos normales. No hay descanso siquiera los domingos donde es de rigor la quietud. Y eso sin reparar en la cantidad de carteles, afiches y vallas que poblaron el cielo y las ramas de lo que nos queda por ciudad.
La prepotencia de periodistas afines al gobierno se nota en programas de temporada dedicados a ensalzar las obras del Presidente y criticar los partidos con menores cuotas de recursos como el de Guillermo Moreno de Alianza País. La burla riñe contra el sagrado deber de ser equilibrados desde la comunicación. Ya no se oculta el refajo de lo que se está recibiendo para difundir la obra de un “Presidente necesario”.
En Santiago, a sangre y fuego, de noche y en días feriados, han logrado asfaltar las principales vías citadinas y varias urbanizaciones. La ciudad tardó décadas sin ver a linda y en dos semanas el asfalto está más presente que el amor, el arroz blanco y las habichuelas rojas en casa de Hildita.
La búsqueda de votos nos ha tapizado las calles a la carrera. Y huelo que esa proactividad la pagaremos con creces después del 15 de mayo. En lo que se lucha contra el aturdimiento de una campaña rica en boato y ausente de propuestas, en la JCE no se duerme con tal de aparar y devolver las bolas de la objeción.
Las elecciones enriquecen a un grupito y sacrifican a la mayoría de ciudadanos. Ojo, no arriesgue su vida en la euforia eleccionaria, en la cola de un motor o en la ventanilla de una yipeta. No se enemiste con su entorno por un candidato que al final se desayuna y almuerza con el contendor. Ejerza su derecho al voto dejando en casa el traje de fanatismo. Ante todo, somos hijos e hijas de esta misma Patria del Caribe recostada en el mismo trayecto del sol.
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