Con crecimiento económico, su éxito es en infraestructuras, pero fracasa en reducción de la pobreza, electricidad, agua potable, salud, calidad educativa, seguridad ciudadana y vial, en contención de la corrupción y fortalecimiento institucional
Juan Bolívar Díaz.
Fuente, Acento.com,do
Al cumplir 16 años de gobierno, con un interregno de 4, la gestión del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha tenido como mayor mérito la estabilidad y el crecimiento económico, basado en enorme endeudamiento, mal redistribuido y con gran corrupción, pero arroja un apreciable legado en infraestructuras viales, hospitalarios y escolares.
Sin embargo, no ha tenido éxito en reducir significativamente la pobreza, mejorar la calidad de la educación, de la salud o del transporte y seguridad vial, con fracaso en los servicios de electricidad, agua potable, y seguridad ciudadana, mientras concentra el poder y debilita la institucionalidad democrática.
Grandes logros del PLD
El PLD ha gobernado el país en cuatro quintas partes de las dos décadas desde el final del gobierno de Joaquín Balaguer en el 1996, excepto el cuatrienio 2000-04, y su mayor éxito, reconocido por todos, ha sido la estabilidad económica, con crecimiento promedio de 6 por ciento del PIB, superior al regional. Fue austero y mejoró la administración y la institucionalidad democrática en su primer período cuando no tenía mayoría congresual ni controlaba la justicia, pero involucionó esos logros desde el 2004.
Al cumplir 16 años de gobierno el próximo 16 de agosto, incluyendo los últimos 12, a los peledeistas se les acredita un gran mejoramiento de la red de carreteras, elevados y túneles viales, con visible mejoramiento urbanístico, y muy especialmente la construcción y mejoramiento de unas 25 mil aulas, mérito de la lucha social y del presidente Danilo Medina, ya que su antecesor Leonel Fernández se negó sistemáticamente a cumplir la Ley de Educación de 1997 que dispone el 4 por ciento del PIB para el sector.
Hay avances en la inversión estatal en viviendas, con proyectos modelos como el de los mil 800 apartamentos de La Nueva Barquita y 560 de Boca de Cachón, en Jimaní, y en múltiples pequeños proyectos en toda la geografía nacional, pero muy lejos de cubrir el creciente déficit estimado entre 25 y 30 mil por año, cuando el Censo del 2010-12 lo estimó en un millón de viviendas, 45 por ciento por construir y la mayoría para mejorar. En el último cuatrienio se incentiva la construcción privada, como el proyecto de Ciudad Juan Bosch a punto de concluir las primeras mil, de 25 mil viviendas proyectadas, que se suman a cientos de torres de apartamentos en Santo Domingo y Santiago para sectores de altos ingresos, como efecto del crecimiento económico.
Mérito económico relativizado
El mérito del crecimiento y la estabilidad económica es relativo, pues ha descansado en enormes déficits fiscales que el experto José Rijo ha computado: 427 mil millones de pesos entre 2004 y 2012, y 372 mil en el período 2013-16, incluyendo 112 mil que proyecta para este año. Eso implica un total de 799 mil millones de peso, en 12 años, 17 mil 755 millones de dólares, a una tasa de 45 pesos.
Los déficits de la gestión peledeísta han determinado un endeudamiento estatal consolidado que ya pasa de los 36 mil millones de dólares, 24 mil del gobierno central, y que ha despertado la alerta del empresariado, sus centros analísticos como el CREES, y reiteradas advertencias de insostenibilidad por pate del Fondo Monetario Internacional, que en marzo la estimó en 48.5 por ciento del PIB, proyectándola al 49.5 para fin de este año.
El desmesurado incremento del gasto corriente, con la duplicación de la nómina pública en los últimos 12 años, la escasa austeridad y altos niveles de dispendio y corrupción, han sido relacionados con los déficits. José Rijo documenta que el gasto en 2016, que los subsidios pasaron de 52 mil a 156 mil millones de pesos, y los intereses de la deuda de 17 mil a 103 mil millones de pesos, todo en el mismo período.
Se acusa escasa inversión en promover la producción, la productividad y la competitividad, con estancamiento de las exportaciones y pérdidas en el intercambio con Estados Unidos y los países centroamericanos. El turismo y las remesas mantienen en pie la economía nacional.
Mala calidad del gasto
Una gran proporción del gasto se ha concentrado en obras físicas, muchas sobrevaluadas y otras de escaso retorno, privilegiando una modernidad visual, a menudo con improvisación, como el metro de Santo Domingo, que ha consumido más de dos mil millones de dólares, con dos líneas en operación que apenas mueven el 6 por ciento de los pasajeros de la urbe, donde el transporte sigue caro y pésimo. Se le suman cientos de millones de pesos en túneles y elevados y la circulación vial sigue caótica. Muchos cientos de millones más en carreteras, pero el país es segundo en tasa de muertes por accidentes en el mundo con 29.3 por cada cien mil habitantes.
El gasto en el sector eléctrico ha sido otro desastre, porque en subsidios se han hasta más de mil millones de dólares por año, que hubiesen permitido renovar el parque de generación. Desde el 2005 los gobiernos se empeñaron en solucionar la crisis planteando megas plantas, primero de gas y luego en las discutidas y aún inciertas plantas de carbón de Punta Catalina, mientras regateaban incentivos a las energías renovables. El resultado es que tras una fallida reforma, todavía el 50 por ciento de la población sufre apagones de una a 12 horas por día, afectando la producción, los servicios y la competitividad.
El PLD ha fundado su dominio político en minifundios estatales, donde sus dirigentes y aliados disponen sin control, con una corrupción escandalosa y sin ningún procesado. La alta inversión en subsidios sociales, repartida en un millón 200 mil tarjetas, no alcanza para sacar ninguna familia de la pobreza, pero genera clientela política. Mientras ha mantenido el poder adquisitivo de los salarios al nivel de 1991, indica el Banco Central.
Los servicios fundamentales
Se acredita al último gobierno del PLD receptividad ante la demanda nacional de mayor inversión en educación, en principio demasiado concentrada en la construcción de aulas, pero solventando su grave déficit, y extendiendo la tanda educativa con alimentación a los estudiantes. Tomará su tiempo transformar la formación de los maestros y los currículos que empujan la calidad de una educación que se deterioró durante décadas.
La salud pública es otro grave déficit de los gobiernos peledeístas y ahí tampoco ha faltado inversión, igual en infraestructura física, con la exageración de haber emprendido al mismo tiempo la remodelación de unos 56 hospitales, sin suficientes recursos, por lo que la mayoría sigue en proceso, con precariedad de servicios y pérdidas de inversión después de hasta 6 y 7 años de iniciadas.
Las tasas de muertes maternas e infantiles, epidemias como el dengue, los alarmantes niveles de embarazos de adolescentes, y la baja proporción de inversión en salubridad dejan el país en los últimos escalones en las mediciones continentales.
El agua potable sigue sin llegar en tubería a la mitad de las viviendas, y una parte de los afortunados, no la reciben permanentemente. Mientras se ha permitido el deterioro de las cuencas de los ríos para subsidiar la industria pública y privada de la construcción.
La seguridad ciudadana sigue en picada, con dificultades para reformar a fondo los organismos de seguridad y las políticas preventivas de la delincuencia, y aunque la tasa de homicidios ha disminuido en los últimos años, la criminalidad general aumenta y la población demanda una mayor inversión y eficiencia para contenerla.
Grave des-institucionalización
Entre los peores resultados de la gestión peledeísta está el debilitamiento progresivo de la institucionalidad democrática, utilizando su control del Congreso, y con dos reformas constitucionales han afianzado un control total e instrumentalización de todos los organismos de la justicia, la Cámara de Cuentas y la Junta Central Electoral.
La justicia, que en su primer período registró gran mejoría, ha sido partidarizada e inhabilitada para perseguir la corrupción, y el nuevo Tribunal Superior Electoral y la Junta Central Electoral utilizados para desarticulizar el sistema partidario, junto con el abuso de los recursos del poder, violentando o ignorando la propia Constitución y múltiples leyes, como las de control presupuestario, la de función pública, la de recapitalización del Banco Central, la de salarios públicos y las de transparencia. Y con repartos del Estado ha comprado lealtad o silencio en sectores empresariales, sindicales, sociales y comunicativos.
La posición que ocupa el país en las evaluaciones internacionales, como las de Transparencia Internacional y el Indice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, justifican los recientes llamados del liderazgo empresarial y social para luchar por el rescate de la institucionalidad democrática.-
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