Cuba Debate
“¡No Dieguito! ¿Cómo te vas morir? ¿Y ahora qué vamos a hacer? Dios, cuidalo bien. Cuidalo bien, por favor. Te llevaste al mejor de todos”, dice un hombre arrodillado en Avenida de Mayo, quebrado por el dolor. “¡Cuidá al mejor, Dios!”, es su último grito desconsolado, con las dos manos apuntando al cielo. Son las primeras horas del día después de la muerte de Diego Armando Maradona.
Las últimas 48 horas vividas en Buenos Aires quedarán para la historia de una despedida de casi nueve horas cortada intempestivamente por la protesta de muchos que no pudieron entrar a decirle adiós al crack de crack por un acto tan multitudinario que por momentos se volvió caótico y fuera de control.
La histórica Plaza de Mayo, frente a la casa de gobierno, se llenó de seguidores, que desde la noche del miércoles acudieron a despedirlo con camisetas y banderas argentinas al canto constante de “Olé, olé, olé, olé, Diego, Diego”.
Esas instantáneas de unos seguidores escalando y traspasando las rejas de la Casa Rosada para intentar acercarse a su ataúd antes del entierro quedarán como huellas profundas de un adiós sin igual a un grande que hoy con la fuerza de sus poderosas piernas debe andar por alguna nube, en el Olimpo, dándole la mano a dios.
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