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sábado, 28 de noviembre de 2020

Todo empezó con Luis Alberti

Luis Alberti.

El Merengue era antes música de gente marginada.

Por Tony Rodríguez

Especial/Caribbean Digital

Jamás se habría conocido el Merengue, música, baile y canto de República Dominicana, de no haber nacido Luis Alberti.

Se puede afirmar que Juan Luis Guerra recogió los frutos de aquellas fusiones instrumentales que permitieron ponerle zapatos y ropa dominguera a aquel ritmo que solo los del campo solían disfrutar. Fue Luis Felipe Alberti Mieses, el dominicano nativo de La Vega, quien mezcló el violín con la tambora, güira y acordeón para perfumar un ritmo que ascendió a los salones de fiestas de los citadinos de alta alcurnia de Santo Domingo y Santiago.

El muchacho que tocaba violín en el Teatro Colón, animador de las películas del denominado cine mudo, fue firmado por Trujillo para su proyecto de dominio cultural. Así nace la orquesta Generalísimo, en la que Luis Alberti estrenó en 1936 el merengue “Compadre Pedro Juan”.

PADRE DEL MERENGUE

Luis Alberti nació en La Vega, 1906. Hijo del geólogo y médico Narciso Alberti Bosch y de la maestra María Mieses.

Al mudarse la familia a la ciudad de Mao, tuvo suerte de aprender a tocar violín y de ser alumno del maestro Rafael Arté.

Fue Santiago, la ciudad que le dio los primeros flashes de gloria al aspirante a músico clásico, que después comprendió que en las mezclas instrumentales estaría su gloria.

Alberti fue quien penetró a los círculos urbanos las piezas que el vulgo identificaba como “Perico ripiao”.

Así nace Compadre Pedro Juan, con paseo al estilo europeo y después el despelote de un merengue en el que había que menear la cintura y pegar los cuerpos.

La Unesco, al declarar el “Merengue Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, debió sin reparo incluir a Luis Alberti, en el peldaño de Padre Universal del Merengue.

Juan Luis Guerra tuvo escuela en Berklee, para aprender a fusionar la bachata y el merengue con otros ritmos internacionales; pero sin Luis Alberti no habría sido posible descubrir al Merengue, aquel ritmo de gente marginada que se refugiaba en ranchos entre mujeres y tragos, para espantar sus penas.

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