Néstor Estévez.
Por Néstor Estévez
Especial/Noticias A Tiempo
Hay gente que solo acude a la comunicación cuando está en apuros. Quien así opera suele encontrarse con resultados muy desagradables y muchas veces irreversibles. Así suele tirarse por la borda esfuerzos particulares y colectivos.
Con alta frecuencia muchas de esas situaciones han tenido como detonante una simple información o una acción aislada que toma un odioso rumbo con efecto “bola de nieve”. Hay oportunidades en las que se puede contener el malestar y evitar males mayores. Pero en otras ocasiones no hay vuelta atrás.
Entre las diversas claves para evitar esas lamentables situaciones destaca una tan olvidada como útil: la comunicación interna, definida por algunos tratadistas como “las actividades de información y de diálogo que impulsa la dirección de una organización para conseguir que todos sus colaboradores estén informados, compartan unos mismos retos y aporten lo mejor de sí mismos para su logro” (Estudio de Comunicación, Madrid).
En tiempos de cambios tan fuertes y acelerados, se hace más evidente la imponente utilidad de la comunicación. A muchos puede parecerle extremo cuando Garzón Céspedes plantea que “sin comunicación no hay ser humano” o cuando John Dewey nos dice que “la sociedad no solo existe por la comunicación, sino que existe en ella”. Pero, ¿qué suele ocurrir en una pareja cuando falla la comunicación? ¿A caso no es la pareja la más mínima expresión de sociedad?
Aunque nos ha correspondido vivir una etapa en la que todos decimos y casi nadie escucha, lo real es que la comunicación no es “curalotodo”, pero sí es la única herramienta para provocar entendimiento entre las personas. Dicho de otro modo, sin comunicación deja de existir la sociedad. Y esto vale para una pareja, para una empresa, para una dependencia pública o para la sociedad en sentido general.
Teniendo a las llamadas “redes sociales” como estandarte de la comunicación, todos comunicamos para todos. En estos tiempos de sociedad “hipercomunicada”, comunicar de verdad, gestionando la comunicación y logrando propósitos sostenibles con ella, resulta bastante complejo. Cada vez es más necesario hilar bien fino para gestionar la construcción de consensos mínimos, como clave para avanzar.
Es que ya pasó la etapa en que la gente solo escuchaba. Ahora las personas se van tomando cada vez más en serio aquello de “prosumer”, como productoras y consumidoras de mensajes. Eso ha provocado que tengamos esas clásicas confusiones, con olvidos y hasta con vicios, que caracterizan el trabajo de comunicar.
En ese sentido hay dos temas de vital importancia para comunicar con propósito claro y lograr los objetivos: entender a cabalidad el valor de la comunicación y también entender los nuevos contextos comunicacionales.
Una organización puede hacer grandes inversiones para crear adecuada imagen exterior, coherente con la identidad corporativa, que favorezca su posicionamiento en los clientes actuales y en los potenciales; puede incluso adaptarse de manera permanente a los cambios del entorno y hasta conocer lo más exactamente posible las necesidades, deseos y comportamientos de sus usuarios actuales o potenciales; pero si descuida a los colaboradores internos, porque nos los escucha, porque desconoce sus reales expectativas, porque permite que solo se sientan como piezas que son movidas a conveniencia, echará a perder todo el esfuerzo realizado.
Es que solo con adecuada comunicación interna se logra real conocimiento y coordinación de actividades entre las distintas áreas de la organización. También se fortalece con ella la interacción y participación activa de todos los colaboradores internos.
Otra de sus ventajas es que la comunicación interna incentiva el trabajo en equipo a través de las diversas relaciones que se establecen entre las áreas. También crea ambientes propicios que ayudan a mejorar las condiciones físicas y humanas del trabajador, gracias a la participación y a la integración, lo que se traduce en niveles de satisfacción que se evidencian en rendimiento y un nivel de compromiso que suele ser percibido por el público. Y como si fuera poco con todo eso, la comunicación interna permite crear un ambiente favorable para gestionar el cambio en la organización.
Finalmente conviene recordar que comunicar comienza por escuchar. También es muy útil tener presente que, más que recibir información, las personas requieren participar. Y es determinante actuar a la luz de una insoslayable realidad: vivimos en la denominada “sociedad red”, que suele ser lo más parecido a una caja de cristal.
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